
¿Salvar a los inversionistas… o invertir la economía para salvarnos de ellos?
A pocos se les escapa ya que nuestras autoridades están dispuestas a sacrificarnos al altar de los sacrosantos mercados. Si fue ya así tras 2008, cuando optaron por rescatar a la banca y no al pueblo, esta vez va camino de ser aún más crudo, cuando se entra de lleno en una segunda réplica más grave todavía de la crisis del sistema capitalista putrefacto, y donde el coronavirus no es sino un factor acelerador.
Precisamente queremos empezar por expresar nuestra solidaridad con todos los trabajadores de la sanidad que realizan su heroica labor en una más que insuficiente precariedad de medios, no solo para atender a los afectados sino para preservar su propia salud. Como también debemos denunciar el espectáculo bochornoso de trabajadores de fábricas, del telemarketing, de diversos hoteles e incluso de administraciones no esenciales, obligados a ir a trabajar, aún con menos medidas de prevención, en mitad de la epidemia de Covid-19.
¿Cómo va este pueblo maltratado a volver a confiar en unas élites sin escrúpulos que, de nuevo, quieren rescatarse a sí mismas… solo que con menos margen de maniobra que en la anterior crisis? Máxime cuando en el “avanzado Occidente” suena cada vez con más fuerza el “sálvese quien pueda” y, concretamente ante la emergencia sanitaria en curso, tienen que venir a ayudarnos países como… China o Cuba. Esta crisis sanitaria y cada vez más socioeconómica está abriendo los ojos a mucha gente. Ciertamente nuestros dirigentes deben estar aterrados ante la posibilidad de que cada vez más y más trabajadores se hagan partidarios de no salvar a los inversionistas… sino de invertir la economía para salvarnos de ellos.
Para comenzar tamaña tarea, se nos imponen cuatro puntos verdaderamente impostergables en las actuales circunstancias de emergencia sanitaria sin precedentes, y ante la degradación brutal sociolaboral que se perfila:
1) Plan de intervención estatal de la sanidad. En el centro, la salud de la población y de los sanitarios… y no los intereses de las empresas farmacéuticas. Exijamos la adquisición masiva de los insumos necesarios, nacionalizando de forma definitiva la sanidad privada.
2) Intervención de las grandes empresas de producción y distribución, evitando así la fuga de capitales que ya se está produciendo y que puede acabar dejando a millones de trabajadores de forma crónica en el paro, e incluso literalmente en la calle.
3) Expropiación de la banca, que parasita al resto de la sociedad y que debe acompañarse con la negativa a pagar una deuda artificialmente creada por el capital financiero internacional y nacional para mantenernos eternamente con la soga al cuello.
Solo así podremos abordar algo que la actual crisis torna aún más imprescindible:
4) La planificación racional de la economía en función de las necesidades reales de la población.
La caída como un castillo de naipes del espejismo occidental contrasta con algo: allá donde aplicaron estas recetas, por el contrario, han demostrado que ya hay medios suficientes para paralizar el avance de la muerte. Pero eso también ha demostrado que aquí, aun habiendo recursos de sobra, sobran quienes se apropian de esos recursos. Y más aún cuando, cínicamente, desprecian la intervención estatal… salvo cuando se usa para rescatarlos a ellos.
Dada la gravedad de los hechos que estamos viviendo, el movimiento popular y todo el activismo social construido en la última década ha de aparcar sus legítimas particularidades y ponerse manos a la obra para ir conformando un Frente de Salvación Popular en torno a estos puntos elementales. Solo así podremos derrotar a la política del Estado que plantea nuevamente salvar a los palacios, aunque tengan que gobernar sobre un valle de lágrimas.
El Flamenco Rojo

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