Y la Sierra le dio la razón a Bayo… Maestra, como él
La vida del General Alberto Bayo y Giroud podría considerarse sinónimo de justicia poética. Un hispano cubano, de padre español y madre cubana, que luchó a las órdenes de la II República en la Guerra Civil Española, que vio pisoteadas sus ideas para cambiar el transcurso de la historia y que pensó que la amarga derrota le perseguiría toda su vida. Pero jamás pudo imaginarse que algún día, en su exilio, La Redención llamaría a su puerta para convertirse en maestro de maestros y alcanzar la victoria que le arrebataron.
Bayo nace el 27 de marzo de 1892 en Camagüey, Cuba. Sus padres se ven obligados a abandonar la isla en 1898, instalándose en España. Estudió cuatro años en EEUU. A su vuelta se alista en el ejercito español, donde se forma militarmente y aprende ingeniería en el Alcázar de Toledo, obteniendo el título de piloto en la Escuela de Aviación Militar en 1915. Sus primeras operaciones serán por África, donde permanecerá 5 años a las órdenes de las Fuerzas Militares Magrebíes capitaneadas por oficiales españoles. En estas campañas comienza a observar y aprender las técnicas militares de las guerrillas marroquíes, utilizadas para romper cercos, desabastecer y desmoralizar al enemigo. Además, las experiencias que vivió en el continente olvidado fueron una fuente de aprendizaje para comenzar a situarse del lado de los oprimidos. Pudo observar de primera mano cómo ejércitos poderosos aplastaban pueblos indefensos para sus intereses imperialistas. A su vuelta a casa fundó el primer aeródromo de la historia en España y fue condenado por escribir panfletos criticando la monarquía borbónica.
En 1936, antes del levantamiento franquista, ostentaba ya el grado de Capitán de Aviación de Infantería y su conciencia de clase le hizo ser fiel en todo momento al bando Republicano. Al inicio de la sublevación rebelde por todo el territorio español, Baleares es capturada inmediatamente como punto estratégico aeronaval y de comunicaciones para las tropas nacionalistas y el fascismo italiano. Alberto capitaneó la liberación de las islas con unos 6000 hombres y mujeres bajo su mando. En un primer desembarco consigue restablecer el orden en Ibiza. Se gana el prestigio por el rescate de Rafael Alberti y otros republicanos tomados como prisioneros. En su expedición hacía Mallorca no tuvo tanta suerte. La poca coordinación de los bandos republicanos y su evidente división no pudieron hacer frente a la disciplina y los recursos de la Falange, ayudados por los Camisas Negras de Mussolini. Finalmente, en medio de las contradicciones que había entre el Gobierno Central de Madrid y la Generalitat Catalana, se ordenó abandonar Baleares, justificando que había otras conquistas y defensas prioritarias.
Mientras la guerra avanzaba, también avanzaba el deterioro del bando republicano. Los fascistas comenzaban a acorralar Madrid. Bayo, que había sido juzgado y relevado por lo ocurrido en Mallorca, propuso que se cambiara la táctica de la guerra, acordándose de lo que vivió en África. La estrategia tradicional de los mandos republicanos era mantener una defensa regular. Mientras esto ocurría, los nacionalistas se iban concentrando poco a poco en puntos estratégicos de los alrededores de la capital para abastecerse y rearmarse. Bayo escribió un libro a modo de exposición para sus mandos “150 preguntas a un guerrillero”. En él recogía como debía combinarse la defensa de la guerra convencional con la lucha de guerrillas; ataques fugaces – el “pica y corre” y el “muerde y huye”- realizados por pequeños comandos en los avisperos fascistas más dotados para fragmentarlos y desorientarlos. Finalmente, su manual fue menospreciado y el bando republicano siguió con su estrategia, llevando a sus milicianos hacia mataderos hasta ser aniquilados. A lo largo de toda su vida sostuvo que sus creencias habrían dado la vuelta a la contienda. Algunos analistas e historiadores bélicos le darían la razón. El historiador Antony Beevor escribió en su crítica de la Guerra Civil que “habría sido el método más eficiente, y el menos costoso, para que la República pudiera resistir a las tropas de Franco hasta el estallido de la guerra en Europa”.
En 1939, con el golpe de estado consolidado, Bayo se ve condenado al exilio. En un principio vuelve a sus raíces, Cuba, donde imparte clases de matemáticas en una academia. En 1942 le ofrecieron un puesto fijo para ocuparse de la cátedra de aerodinámica y navegación aérea de la escuela de aviación en México. Con el tiempo comenzó también a dirigir una modesta fabrica artesanal de muebles. En sus escritos sobre la Guerra se percibía cómo cargaba con el remordimiento por no poder llevar a cabo sus ideas. Era su espina clavada. Durante un largo tiempo mantuvo una vida acomodada y sin preocupaciones, hasta que un día de 1955, un joven abogado cubano, como si fuera el destino personificado, le hizo una visita.
“Fidel Castro, sentado frente a mí, me gritaba gesticulando con violencia, como si me echara una gran bronca: ¡Usted es cubano, usted tiene la ineludible obligación de ayudarnos!” -Escritos sacados de las memorias de Alberto Bayo- “Me decía que pensaba derrocar a Batista en un futuro desembarco que pretendía efectuar con hombres, cuando los tuviera, y con barcos, cuando tuviera el dinero para comprarlos, pues en aquel momento en que hablábamos él no tenía ni un hombre ni un dólar. ¿No tenía gracia la cosa? ¿No parecía un juego de niños? Él me preguntaba si yo me comprometería a enseñar táctica de guerrillas a sus futuros soldados cuando los hubiera reclutado y cuando recolectara el dinero para alimentarlos, vestirlos, equiparlos y comprar barcos para trasladarlos a Cuba. Vamos, pensé yo, ese joven pretende levantar una montaña con una mano. Pero ¿qué me costaba complacerle?”. Y así, estrechándose la mano, es como Bayo, después de años de reposo, se comprometió con el movimiento 26 de Julio. Castro prometió que volvería en menos de un año de su viaje por EEUU para recaudar dinero y tropas. Bayo reconoce que todo esto le parecía un imposible, pero comenzó a documentase sobre Fidel y la gesta del asalto al Moncada avalaba todo lo dicho. Fidel cumplió con su palabra, volvió con modestos recursos y nuevos guerrilleros, entre ellos Ernesto Guevara y su hermano Raúl.
Bayo abandonó sus clases y vendió su negocio a petición de un persuasivo y tajante Fidel, entregándose exclusivamente a la instrucción de sus nuevos pupilos. Se instalaron en Santa Rosa y como una catarsis, desenterró su antiguo manual, rechazado en 1937, para que sus alumnos lo pusieran en práctica. Los educó también en las nuevas experiencias revolucionarias, como las tesis de Mao Tsé Tung en China y la praxis vietnamita. Les enseñó como una guerrilla numéricamente inferior puede derrotar fuerzas regulares, utilizando la nocturnidad, las ventajas del terreno, cuidando íntimamente las armas y la munición…etc. Pero la lección más valiosa de todas sería: “La Guerrilla con el apoyo social será invencible”. Acabo convirtiendo a simples milicianos, llevados por la pasión, en auténticos guerrilleros de disciplina férrea.
Hay que destacar su entrañable relación con el Che. Era su discípulo estrella, del que exprimió y perfecciono todo su talento. La talla del Che acabo siendo admirada por todos sus camaradas, era sin duda el dirigente más brillante, y por unanimidad concluían que era el hombre mejor dotado para conducir una experiencia guerrillera. Guevara llego a reconocer que sin Bayo jamás se habría convertido en el revolucionario que es. Cuando escucho sus enseñanzas comenzó a creer en la victoria que hasta entonces le había parecido muy lejana.
Cuando llego la hora de partir hacia la Sierra Maestra, Bayo quiso enrolarse en el Granma. Fue un momento duro, pero entendió la negativa de Fidel por su avanzada edad. Felizmente, vio partir su gran Obra Maestra, que en 1959, se alzaría con la victoria alcanzando la eternidad. Los hechos avalaban sus ideas, Bayo había conseguido su absolución personal. Volvería a Cuba a pasar el resto de su vida. Muere el 4 de agosto de 1967 con la máxima distinción militar cubana, el grado de general del Ejército, pero también con las insignias de Aviación de la Segunda República Española.
“Para mí, a quien llamaba su mejor alumno, es un honor escribir estas líneas como prefacio a las memorias de un gladiador que nunca se resigna a ser viejo. Del general Bayo, moderno Quijote, cuyo único temor es que la muerte no le permita ver a su país liberado, digo que es mi maestro”.
(Che Guevara)
Chema Sánchez
Para la revista antiimperialista Cuba+