MEDE de entrada no
Análisis y Actualidad

El “MEDE, de entrada, no” de Pedro Sánchez *

El ejecutivo español afirmaba acudir a la Eurocumbre con dos objetivos: un plan europeo para reconstruir los países más afectados por la pandemia (al que pintorescamente llamó “un nuevo Plan Marshall”) y los eurobonos (para que la emisión de deuda fuera mancomunada y no un “sálvese quien pueda”).

Obviamente, eran posiciones más propagandísticas que otra cosa, con las que el gobierno intentaba lavarse la cara y agradar a su electorado. La realidad es que el sistema ya quemó sus naves en la anterior arremetida de la crisis y que, en la actualidad, cuenta con un margen de maniobra todavía menor.

Pero lo tenía fácil Sánchez para montar otra de sus cruzadas retóricas, mostrándose a sí mismo como una especie de nuevo Varoufakis. Se lo ponía fácil la posición de Herrenvolk democracy por parte de Alemania y los (nunca mejor dicho) Países Bajos. Estos exigían que todo préstamo estuviera vinculado a la adopción de reformas estructurales para corregir lo que ellos llaman “desequilibrios de déficit y deuda” y que son, en realidad, desequilibrios entre centro y periferia dentro de la Eurozona.  Naturalmente, también se oponían a cualquier tipo de mutualización de la deuda. Normal: los acreedores son sus banqueros.

Sin embargo, a pesar de tanto aspaviento pretendidamente heroico, en cuanto Europa comenzó a apretar las tuercas, Sánchez pareció decirnos: “MEDE, de entrada, no”. Así, en la segunda vuelta de reuniones, el gobierno español se bajó del burro y dejó sola a Italia. Y el 9 de abril el acuerdo ha sido firmado. El gobierno español ha ido continuamente rebajando y rebajando sus exigencias para, al final, presentar como un éxito algo que solo 48 antes decía no querer ni a tiros.

El llamado “plan de choque” finalmente firmado consta de 540.000 millones, con un fondo de rescate para países del MEDE (240 mil millones), una línea de crédito para empresas del Banco Europeo de Inversiones (BEI, 200 mil millones) y una red de financiación para trabajadores desempleados llamada SURE (100 mil millones). Por supuesto, este dinero en realidad no existe, sino que se trata de dinero fiat, dinero por decreto, que no tiene respaldo y solo existe como numerito en un ordenador. Hasta tal punto es falsa la dictadura que nos corroe.

Propagandísticamente, se ha anunciado a bombo y platillo que la liquidez del MEDE vendrá sin condiciones de ajuste por parte de los hombres de negro de la Troika. La realidad es que estamos asistiendo a la implementación de un segundo “rescate”, solo que, tras la traumática experiencia de 2012 y los recortes sociales tan dramáticos que se vivieron, este debe ser ocultado a las poblaciones, que no lo aceptarían sin protestar.

La liquidez del MEDE trae serias condiciones. El acuerdo sostiene literalmente que solo se podrá “utilizar esta línea de crédito para financiar internamente los costos relacionados directa o indirectamente con la atención médica, la cura y la prevención debidas a la crisis de la Covid-19”. Algo que lo convierte en un instrumento meramente ligado al corto plazo (y, para colmo, innecesario en un momento como el actual, en el que el crédito es barato todavía).

Además, los países del sur se han comprometido a ser escrupulosos en el cumplimiento de las reglas fiscales establecidas por Bruselas. Lo único que fluye sin condiciones es el llamado BEI: dinero público para rescatar a las empresas privadas. Con ello, la UE  ha vuelto a mostrarse como un rodillo dictatorial implacable. ¿Dónde está, pues, el gran éxito de los países del sur?

Por nuestra parte, sabemos que ninguna de esas propuestas eran tampoco una solución. En la Unión Europea existe una industria (farmacéutica, química, informática y de impresoras 3D, textil, alimentaria, etc.) lo suficientemente poderosa como para garantizar recursos materiales (respiradores, medicamentos, mascarillas, guantes y todo tipo insumos) sin necesidad de acudir a “los mercados” y pagarlos a precio de oro. La solución no es más deuda a través de eurobonos, sino, evidentemente, la nacionalización inmediata de toda esta industria.

* Este texto es una versión resumida del que aparecerá en el número 21 de la revista de Red Roja