La lucha de clases hace sonar de forma alarmante su estremecimiento (a diez días… del Primero de Mayo)
Fuentes Externas

La lucha de clases hace sonar de forma alarmante su estremecimiento

(a diez días… del Primero de Mayo)

Editorial de InSurgente

No es que estemos en aquellos “diez días que estremecieron al mundo”. Pero igual deberíamos. En cualquier caso, es para estar alarmados ante lo que desde el estado nos está haciendo tragar. Seamos claro: alarmados con la forma en que un activismo -que se suponía que tenía que haber sacado más de una lección de la década anterior de luchas- está afrontando tan acríticamente todo lo relacionado con el confinamiento dictado y cómo nos lo están desescalando a medida de lo que les interesa a la gran patronal y sus guardaespaldas de los aparatos de represión. No poco se ha escrito, y esta revista se ha hecho altavoz de ello, sobre lo tremendamente absurdo, desde el mero punto de vista de la salud pública, que está teniendo este arbitrario “quédate en casa” masivo sin importar las tragedias que se están desarrollando de puertas adentro, sobre todo en las familias más humildes, en vez de haber puesto desde el principio infraestructuras y materiales sanitarios al servicio de cuarentenas inteligentes y variadas que ahorren esta escandalosa cifra de muertos y afectados.

Pero la alarma que hay que hacer sonar especialmente ahora es consecuencia de ver gente activista que todavía no se da cuenta del manejo calculado  que están haciendo del (des) confinamiento y de su proyección policial preventiva ante las medidas bestiales que se van a adoptar en materia social y laboral.  Y seamos más claros aún: en vísperas del Primero de Mayo, hemos de resaltar que, cuando  hablamos de activismo, nos referimos sobre todo a ese sindicalismo que se quiere distanciar de aquellas direcciones que ya nos hicieron avalar unos Pactos de la Moncloa que fueron en mucho el eslabón perdido de tantos retrocesos como ha tenido  el movimiento obrero en este país.

No es de recibo que, mientras se rompe la “distancia social” de forma matarife para satisfacer las demandas de las/los Botines de turno, la respuesta ante un Primero de Mayo que se dará en una crisis sistémica del capitalismo, cuyos indicadores  no aguantan ni la comparación con la del 29 y la reciente de 2007-2008, que esa respuesta de lucha, decimos, se haga desde el “quédate en casa” sin plantear ir (re)tomando la calle, que ha quedado exclusivamente al cálculo “plusválico” de nuestro enemigo de clase.

En tiempos de crisis históricas, donde lo que se disputa realmente es qué clase queda por encima de la otra, el tiempo de cada día es clave. ¿No es para preguntarse si no nos están anestesiando el nuestro mientras nos preparan curas de caballo aún peores de las que ya vimos cocinar, en vísperas del ciclo anterior de luchas, a partir de aquella infame reunión de 2008 del talanteoso y siempre risueño Zapatero con la cúpula bancaria para diseñar su rescate criminal? En ese sentido, ¿cómo es posible no alertarse de que quienes vinieron a asaltar los cielos canalizando el grito de “no queremos ser mercancías en manos de banqueros” y “PSOE y PP, la mierda es” ahora lo que están es indignados porque no se les suma la “caverna patria” a su proyecto de Reconstrucción Nacional? ¿Cómo es posible no  alertarse de eso si las previsiones ante la caída de los indicadores del sistema plantean exigir acabar con él ante la bárbara espada de Damocles que nos amenaza?

Ante un Primero de Mayo que debería aprovecharse para poner bien en alto dos tesis claves –“la lucha de clase es el motor de la historia” y “salvo el poder (real, claro) todo es ilusión”– ciertamente es para alarmarse de que no haya más osadía en disputar a la patronal y su Consejo de Administración de facto (de nuevo, Marx) el control calculado del desconfinamiento y del confinamiento (ya en ese orden, sí). Ese control calculado,  que manda a desconfinar la «fuerza de trabajo» mientras que la confina en tanto que «fuerza de lucha». Así que bravo por quienes ya se están moviendo, no sin dificultades, para que la clase obrera marque su propio tiempo. Un tiempo en el que no cabe segundo alguno para el confinamiento de la lucha de clases.