Análisis y Actualidad

La crisis boomerang

Escrito a finales de 2010 para ser publicado como Cádiz Rebelde en su página.

Es un hecho que dentro del propio sistema son cada vez más las voces que no sólo reconocen que no estamos a la salida de la crisis, sino que, ante episodios particularmente críticos, apenas quedan herramientas estatales para capearlos. Un ejemplo de los más recientes lo tenemos en Nouriel Roubini, al que la prensa económica gusta etiquetar como “el economista que predijo la actual crisis”, y que no para de dibujar un sombrío panorama para la “economía global”. Hace muy poco afirmaba que “las economías avanzadas se están quedando sin munición política (…) para evitar otra recesión”, (¿Cuál es el pronóstico para la economía global?), artículo del 18 de octubre de 2010); y aún más recientemente declaraba a El País (31 de octubre, 2010) que “al paso que vamos la próxima crisis financiera será aún peor”.

Sin embargo, si bien pueden resultarnos interesantes los datos y proyecciones de algún que otro “experto” –sobre todo de aquellos que están obligados a realizar informes particulares más o menos certeros para inversores–, pensamos que ante la gravedad de lo que está pasando cada vez hay que hacerse más independiente de estas voces para diagnosticar y prever las líneas generales de lo que pueda acontecer con las estructuras de un sistema que al fin y al cabo es el que les paga. El mismo Roubini lo ha sido todo en materia de experto para capitalistas: de asesor del FMI, de la Reserva Federal y del Tesoro estadounidense, a presidir su propia consultora privada. Pero no es sólo que ninguno de este tipo de expertos esté interesado en decir claramente que hay que superar el sistema capitalista, sino que, en última instancia, son “productos intelectuales” dentro de dicho sistema, con todo lo que ello conlleva de ceguera precisamente intelectual. El propio Nobel Paul Krugman –otro asesor institucional– tacha de “espectacularmente inútiles en el mejor de los casos” los resultados de la ciencia económica en los 30 últimos años. (El País, ibídem).

Por más que alguna prensa económica reparta adjetivos de profetas a ciertos economistas –por otro lado es normal que cuando no se ha visto nada, se declare así a quien vaticinó algo en… 2008– la verdad es que ninguno de los economistas del sistema previó consecuentemente lo que venía y ninguno va a prever globalmente lo que ocurrirá. No fueron fiables al respecto de la “entrada en la crisis” y tampoco lo serán con respecto a salida alguna. Y no pueden serlo porque no son fiables en lo fundamental: la explicación de la verdadera naturaleza de esta crisis que hoy se vive en el centro mismo del sistema.

Ya es lugar común hablar de crisis financiera que se ha desencadenado en los países centrales por culpa de las “subprimes” en EEUU. Desde luego que el estallido de la tormenta en la más alta esfera financiera del sistema no podía dejar de sentirse rápidamente en la totalidad de este, porque desde hace mucho tiempo el capital financiero es el que domina la economía capitalista en su conjunto. Es sabido que la perversidad del papel dominante de la banca se refleja en que, al tiempo que domina la producción real siendo la que menos produce realmente, se ha convertido como nunca en el aceite regulador vía crédito de toda actividad productiva: la banca no produce nada, pero ningún negocio productivo puede “montarse” sin la banca. De ahí que pueda parecer que la causa de fondo de todo lo que está pasando sea financiera.

Pero, en realidad, la verdadera causa de esta crisis sigue siendo algo muy pegado al terreno de la producción: la ley de la tasa decreciente de la ganancia que Marx descubriera; aunque esta hay que considerarla en la economía capitalista internacional en general: periferia y centro del sistema. A partir de ahí podríamos concluir que el cuerpo del sistema ya estaba en crisis antes de que… estallara su corazón. Mucho antes del 2008. Hasta el punto que para lo que habría que devanarse los sesos no es tanto para explicar lo que está ocurriendo ahoraen el centro del sistema, sino para entender por qué no ha ocurrido antes si, como pensamos, es en los países centrales donde está el origen de la crisis. Una crisis donde lo más nuevo no ha estado en su origen sino, en todo caso, en sus mecanismos de exportacióny, por ende, de dilación de sus efectos.

Pues bien, en línea con lo que se acaba de señalar, avanzamos el siguiente esquema de la explicación que defendemos para la actual crisis:

La crisis que se vive en los países centrales del capitalismo sería una suerte de “crisis boomerang”: se originó en el mismo centro del sistema; se exportó a la periferia; y ahora vuelve redoblada y sin la misma capacidad de exportación que antes. Seguramente ha vuelto para quedarse.

Proponemos a grandes rasgos la siguiente cronología:

1) Crisis industrial en los años 80 del siglo XX en los países precisamente más industrializados. Aparición del paro en masa. Comienzo del declive económico estadounidense. En el contexto de la desastrosa Guerra de Vietnam, Nixon no garantiza más la convertibilidad del dólar en oro, lo que abre la posibilidad de endeudarse sin límites (y a costa de terceros) aprovechando el papel predominante del dólar proclamado por los Acuerdos de Breton Woods de 1944. Aumento de las contradicciones entre potencias capitalistas (de momento, sólo en el terreno económico; y, en cualquier caso, todavía en sordina debido al período de Guerra Fría en que se estaba).

2) El boomerang sale. Exportación de la crisis a la periferia fundamentalmente por medio de la deuda externa. Cada vez aparecen más países cuya riqueza productiva sirve sólo para pagar “deudas eternas” con el FMI. Aumento de la transferencia de riqueza de la periferia a cambio de simple papel-deuda emitido por los organismos financieros internacionales imperialistas con la complicidad de gobiernos títeres “tercermundistas”, y acoso y agresión a cualquier gobierno que quiera sustraerse a los dictados de dichos organismos. Financiación de una “clase media” en los países centrales, no ya sólo con la plusvalía originada con la superexplotación productiva neocolonial por las multinacionales, sino con la ingente transferencia de intereses a los depósitos de la banca occidental.

3) Ruina financiera de la periferia con el “estallido-dominó” de crisis a lo largo de los años 90 y principios de la presente década: en América Latina, en Rusia, en el sudeste asiático (caída de los llamados dragones). La onda termina por amenazar a quien tiró la piedra: Occidente mismo.

4) Estrechamiento del mercado internacional para la realización de altos beneficios. Occidente en general, y en particular los EEUU, ya no pueden financiarse “gratis” de la misma manera que antes. La oligarquía financiera en los propios países imperialistas (y en fuerte competencia entre ellas), utilizando a sus propios Estados, comienza a trasvasar riqueza a toda máquina a partir de sus propias poblaciones, incluyendo a sectores que se creían intocables, constituyéndose impetuosamente en la propia periferia del sistema en el centro mismo. El Cuarto Mundo dentro del primero cada vez es más realidad que metáfora. El boomerang ha vuelto.

Vicente Sarasa